Si me quisieras no tratarías de hacerme cambiar para convertirme en una mujercilla frágil que te tenga miedo. Si me quisieras no intentarías manipularme o controlarme. Y, sobre todo, si me quisieras no temerías admitir que te has equivocado. Si me quisieras podrías pasar por encima de tu ego y disculparte conmigo.
-No puedes marcharte- dijo poniéndose en pie.
-Tú mírame y verás- ironicé. Y me volví en redondo, lo cual se me daba muy bien con aquellos tacones.
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